martes, 14 de abril de 2009

¡"Jo", qué noche!


Me acosté relativamente pronto, teniendo en cuenta que nada más llegar, cené, deshice la maleta, lo coloqué todo, fregué el suelo con una mopa más apañá que una jarrilla de plástico, me duché y me sequé el pelo. Y aún así, a las doce y poco estaba en mi camita calentita. Y no pude dormir.

Primero eran vocecitas. Luego, un grito oportuno de alguna oportuna que me espabilaba justo en ese momento en que el sueño está a punto de atraparte. Así que, burlón, se reía de mí, se alejaba, y me dejaba despierta.

Se transformaron en gritos, risotadas, sonidos guturales y demás que no me dejaban dormir. Miré el reloj: era la una, había pasado una hora, y no paraban.

Una hora después, a las dos de la mañana, la habitación que está casi enfrente de la mía continuaba siendo un alegre guirigay. Ya había perdido los nervios, porque era incapaz de rendirme al sueño; y lo tenía, vaya si lo tenía. Así que me levanté al baño, tiré de la cisterna para hacer saber que yo estaba dentro de la habitación, arrastré una silla por el suelo y conecté el torrador, para ver si así se neutralizaba el ruido. Ni flowers. Por aludidas no se dieron y para neutralizar el griterío hubiera necesitado el sonido de diez cañonazos.

Tendrían muchas cosas que contarse. Supongo. Una semana de vacaciones da para muchas estupideces. Pero seguro que podrían esperar al día siguiente, y el mundo no se hubiera acabado por eso.

A las dos y media pararon. Lo sé porque en vez de andar delicadamente, clavan los talones en el suelo y arrastran los pies con las zapatillas. Así que supe perfectamente cuándo abandonaron la habitación-club nocturno de cháchara. El sueño me atrapó definitivamente a las 3 de la mañana, mi despertador sonó a las 6.30. No hay que ser Newton para darse cuenta de que he dormido tres horas y media, y mal dormidas. A clase entré a las ocho y he salido a las tres.

Juro que pensé que ellas no tendrían clase a las 8. Pero se han levantado a la misma hora que yo. Y han ido a clase a las ocho. ¿De qué me quejo? Han dormido lo mismo que yo. Quiero saber qué se meten en el cuerpo para resistir. Que me pasen un poco, que lo necesito. Sé, por otras fuentes, que han vuelto a las 11, y se han echado a dormir hasta la hora de comer. Olé.


Otra noche más como esta y, como dirían en Airbag, van a haber hondonadas de hostias. Y luego dicen de las duchas.



P.D.: El título de la entrada es un pequeño homenaje a la película Jo, qué noche (After hours) de Martin Scorsese. Aunque confieso que el protagonista lo pasaba aún peor que yo.

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