sábado, 25 de octubre de 2008

Clase turista - Clase preferente

Da tiempo a hacer de todo durante un viaje: a dormir, a leer, a comer, a conectarse el mp3 hasta darse cuenta de que la música que has cargado ya te aburre y la cambiarás en cuanto puedas, a echarse una siestecita, a establecer un pseudodiálogo con las señoras mayores que se sientan a tu lado, a pelearte con los demás porque tu maleta no cabe en ninguna parte y pesa tanto que no puedes subirla al cristal de seguridad y además estás convencida de que el cristal se rompería si pudieras subirla pero todos te insultan porque tu maleta está ocupando un sitio para una persona y cuando por fin le encuentras sitio el que te insultó va y se sienta en el suelo entre vagones, a conocer gente nueva...

Se había acabado el puente del Pilar, y, como sabían que regresarían juntos, JC estuvo atento para encontrar a Mini en el andén de Ciudad Real y recorrer el camino con alguien, ya, conocido. Porque un viaje largo se hace mejor en compañía, el tiempo se pasa más rápido, se comenta un poco de todo... Se habían conocido hacía un año, en otro puente, de regreso al lugar de estudio. En aquella época se produjo una huelga de autobuses y el tren iba a reventar, pensaron que era debido a esa huelga. En otros viajes en que coincidieron, se dieron cuenta de que el tren se petaba con o sin huelga.
La conversación había tocado todos los temas, hasta que, cuando se aproximaba la parada en la JC se habría de bajar, Mini le contó cómo fue su viaje de ida.
-¿Sabes? Cuando me fui el viernes a casa, como tuve que coger el tren de los transbordos, cuando llegué a Puertollano cogí una lanzadera, y supongo que el tren iba lleno, porque pagué billete de clase turista y me metieron en clase preferente - dijo Mini.
JC la miraba y escuchaba.
-Si vieras cómo es la clase preferente... - siguió ella -. El vagón tiene el suelo de parquet, una fila de asientos individual, donde me pusieron a mí, y otra de asientos dobles. Y el asiento tiene un cojín en la cabeza, para que vayas cómoda.
-¡Cojín y todo!- se asombró JC.
- Vaya, está súper bien. Lo malo es que de Puertollano a Ciudad Real casi no me da tiempo a disfrutarlo. Es subirse y ya tener que bajarse. ¿Y sabes cuál es la diferencia entre la clase turista y la preferente, aparte del suelo y eso? Que los asientos en clase turista son azules, y los de preferente son verdes - aclaró Mini.
JC ya se había levantado para bajarse. La miró divertido y sonriendo.
-Supongo que el color verde es un color de más... - empezó a decir Mini.
-El verde es el color de los billetes de 100 euros - la interrumpió JC.
Mini se echó a reír.
-¡Es cierto! No se me había ocurrido pensarlo así... Iba a decir que el verde era un color de más... prestigio.
Empezaron a reírse.
- El azul es el color de los billetes de 20 euros, y el verde, el de los de 100. De ahí la diferencia entre clase turista y preferente. Además, si hay un accidente, el verde se ve antes que el azul, por lo que los primeros en ser rescatados serían los amillonaos - explicó JC.
No podían parar de reír.
- Jamás lo había pensado así, ¡pero tienes toda la razón! - Mini estaba totalmente de acuerdo.
- Pues eso - remató JC.
Llegaron a la estación donde JC se bajaba y se despidieron. Mini siguió riéndose un buen rato.

Tan simple como eso. Clase de 20 euros - Clase de 100 euros. Viva el AVE.

martes, 21 de octubre de 2008

La puerta, la magnífica idea de la puerta

La verdad es que iba a escribir sobre otro tema, pero quiero darle un enfoque distinto y aún estoy perfilando la idea en mi cabeza, ahora que cuento con la autorización de la otra persona implicada en ese tema. Pero lo de esta mañana al ir a la facultad necesita, no,no, qué digo, SE MERECE un puesto de honor y ser relatado ahora mismo. Aunque la otra idea no se hará esperar.
De las cosas más raras que he visto en mi vida... bueno, raras, no, son cosas a las que no estoy acostumbrada, así que, de ahora en adelante, serán cosas poco vistas. Reformulo: de las cosas más poco vistas que he visto en mi vida me ha llamado la atención la fantástica idea de alguna mente superior de vallar el recinto que rodea a la facultad de Medicina. La cosa poco vista tiene su lógica: la idea original consistía en delimitar el área de aparcamiento de la facultad con el fin de que fuera casi exclusivamente para alumnos/as y profesorado (supongo) y que los asistentes al hospital no lo aprovecharan, evitando así problemas de aparcamiento. Puesta en práctica la idea ha consistido en establecer tres puertas metálicas para regular el paso de los coches, que se hace realidad mediante unas llaves magnéticas que se consiguen, por parte del alumno, abonando una fianza de 20 euros que será devuelta cuando termine el curso (supongo que te devuelven los 20 euros si devuelves la llave intacta y no la has perdido, porque si la devuelves en el estado en que yo tengo el bonobús, te van a devolver las gracias, pero supongo que la gente que tenga las llaves de acceso es más responsable y cuidadosa que yo). Bien. Hasta aquí parece bien. La idea de "delimitación del espacio de aparcamiento" se completa poniendo una valla metálica que une esas puertas de acceso a los coches, que cierra por completo el ya citado aparcamiento.
¿Y las personitas humanas, los/las alumnos/as que van andando, o en autobús, o en canoa, o en patines, o en piragua por el río, que carecen de coche y o u carné de conducir? Pues muy fácil. Han colocado UNA puerta en toda la valla. ¿Y cuál es el problema? Hasta hoy, ninguno. Pero después de hoy, tengo varios problemas con esa puerta.
La puerta está situada en una zona de la valla que comprende una zona de acera, y, por lo general, siempre está abierta. Menos hoy. La conserja nos ha pedido perdón y todo, y lo entiendo, yo a las ocho menos diez de la mañana tampoco soy persona (sólo empiezo a serlo a partir de las once y diez) y un fallo lo tiene cualquiera. Lo que me ha parecido curioso ha sido tener que esperar. Para entrar a clase. Durante la espera se me han ocurrido varias soluciones de película para entrar: he pedido una horquilla con el fin de abrir el candado y la puerta (como en las películas) y erigirme en la nueva salvadora de los estudiantes (como en las películas). También se me ha ocurrido saltar la valla (como en las películas). Pero he tenido poco éxito. Las soluciones peliculeras no funcionan ante esa puerta.
El segundo problema es que he perdido el autobús. Pues haber corrido, ¿no? Pues no. Porque ya no puedo correr en línea recta a por el autobús, porque si lo hago, me empotro contra la valla y acabo en el hospital (dramatización del efecto). Ahora tengo que ir en dirección oblicua, salir por la única puerta existente (insisto, sólo una, que, afortunadamente, estaba abierta), cruzar dos pasos de cebra y llegar a la parada. Y mientras hacía todo eso se fue el autobús. Y hay que esperar, con suerte, unos quince minutos, con mala suerte, media hora, y, en ese tiempo, llego antes andando.
Creo que las cosas más poco vistas del mundo se hallan aquí, en la facultad. Hasta ahora, no he visto ese sistema de vallado en ninguna otra facultad del mismo campus o de otro. Es curioso, simplemente, y cabreante, cuando sales a las dos o a las tres de la tarde buscando un autobús desesperadamente.
Y lo más importante: si después de las clases vuelves a la una del mediodía, tras las prácticas, y buscas aparcamiento... ¡no hay! ¡Seguimos teniendo el mismo problema!