"Ella es tan médico como yo".
Es mi último día de prácticas de Psiquiatría. Mi psiquiatra es genial; me explica, sobre todo, psicofarmacología (que falta me hacía). Vamos entrevistando pacientes.
Entra uno de ellos. Está nervioso, muy nervioso. "¿Tengo que hablar delante de los dos?", pregunta. Estoy a punto de hablar y preguntarle al psiquiatra si quiere que salga. Pero antes de que pueda tomar aire, replica: Claro, ella es la compañera que está hoy con nosotros. Me alegro. Él es uno de los pocos que te pregunta nada más entrar tu nombre, y luego no se le olvida en toda la mañana (para mí, presentarse es algo muy importante; que no te pregunten ni el nombre es algo que no me gusta). El paciente empieza a hablar, no me mira. Mi psiquiatra añade: "Tranquilo; ella es tan médico como yo". Y me sentí médico, de verdad. Mientras algunos te echan sin reparos (véase "De prácticas, 3ª parte), otros te tratan como su colega.
Y mientras el paciente sigue hablando, llega un momento en que se interrumpe y me mira: "Ella no me da miedo". Me siento bien, me siento psiquiatra.
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