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Soy...
El Fantasma de la Ópera, de Gaston Leroux
- Sí, ella me esperaba - continuó Erik, que se puso a temblar como una hoja, pero a temblar con una verdadera emoción solemne - ..., me esperaba muy erguida, viva, como una verdadera novia viviente, por su salvación eterna... Y cuando avancé, más tímido que un niño pequeño, no escapó... no, no..., se quedó..., me esperó..., creo, incluso, daroga, que un poco... oh, no mucho..., pero que un poco, como una novia viva..., que adelantó la frente un poco... Y..., y..., yo la... besé... ¡Yo..., yo...,yo...! ¡Y ella no murió...! Permaneció de forma completamente natural a mi lado, después de besarla así..., en la frente... ¡Ay, daroga, qué bueno es besar a alguien...! Tú no lo puedes saber..., pero yo..., yo... Mi madre, daroga, mi pobre miserable madre nunca quiso que yo la besara... Ella escapaba..., arrojándome mi máscara..., ninguna otra mujer..., nunca..., nunca... ¡Ay, ay, ay...! Ante una felicidad como aquella, lloré... Y caí llorando a sus pies... y le besé los pies, sus piececitos, llorando... También tú lloras, daroga, y también ella lloraba..., el ángel lloró... [...] ¡Ay, sus lágrimas..., por mí! Escucha, daroga, escucha lo que hice... Me quité la máscara para no perder una sola de sus lágrimas... ¡Y ella no huyó...! ¡Ni murió...! Siguió viva, llorando..., sobre mí..., conmigo... ¡Lloramos juntos...! ¡Señor del cielo, me habéis dado toda la felicidad del mundo...! [...] Como comprenderás, yo no era ya otra cosa que un pobre perro dispuesto a morir por ella. [...] Entonces Christine me besó por primera vez en la frente...
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